Tal es el
caso que nos comparte la familia Rico Jiménez, una de las cinco familias que
abren su hogar a la serie televisiva del ‘reality’ HERMOSA ESPERANZA. El pequeño
Sebastián, con tan solo unos meses de edad, ya sufre de lipidemia (aumento de
ácidos grasos en la sangre), no solo por tratarse de una predisposición
genética de sus padres, sino por comer lo mismo que comen los adultos, sin seguir
una alimentación adecuada a su edad.
Lo vemos en
la vida. (Ej.: No podemos dar toda la información sobre sexualidad a los hijos.
Tenemos que administrarla según su edad). De igual forma, la alimentación
requerida para el desarrollo de un infante, no es la misma que requiere un
adolescente o una persona de la tercera edad. Es importante saber qué tipos de
alimentos o qué educación requiere cada hijo, adecuándolas a su edad y
condición. No todos somos iguales.
En el caso
de Sebastián ya no se trata de alimentarlo para que crezca sano, sino para que
repare un daño. Su manejo alimentario debe ahora seguir una prescripción médica
específica.
La
detección oportuna de enfermedades nos permite intervenir anticipadamente al
riesgo para evitar que se desarrollen complicaciones. En caso de una enfermedad,
se requiere revertir el proceso de destrucción, reforzando la reparación y
reconstrucción de tejidos, órganos y sistemas, dañados. Para ello, tenemos que poder
identificar la diferencia (o admitir que no conocemos y buscar ayuda
profesional). El seguir consejos de madres, suegras o amigas quienes, con buena
voluntad comparten mitos y tradiciones, no basta (Ej: revertir el mito de creer que
mientras más ‘gorditos’ los hijos, más saludables y fuertes).
Desgraciadamente,
los padres somos los que sin saberlo, más dañamos a nuestros hijos. Lo peor es
que lo hacemos por amor.
El desconocimiento que tenemos sobre los
procesos de salud y enfermedad no nos permite alimentar a nuestros hijos con
alimentos saludables, adecuados a las porciones que requieren en cada etapa. Lo
mismo ocurre cuando dejamos sin alimentar el desarrollo de su alma, cortándoles
las alas a sus sueños y esperanzas (ej.: al ridiculizar sus aspiraciones o su
ingenuidad). Tenemos que reconocer nuestras propias limitaciones y fortalecer
nuestro desarrollo personal, buscando información actualizada, comiendo
saludablemente nosotros primero, reforzando nuestra confianza y enseñando con
el ejemplo, para siempre reforzar la HERMOSA ESPERANZA DE
QUE SÍ ES POSIBLE EL CAMBIO.
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