Con las
presiones y las prisas de la vida cotidiana, tenemos poco tiempo para estar en
familia. Además, los avances en la tecnología, nos alejan cada día más de los hijos,
enquistándonos en Facebook, whatsapp, twitter etc.. Por ello, es
importante que cuando estemos con los hijos, hagamos presencia no solo con el
cuerpo, sino con las emociones, la mente y el espíritu. Solo así les daremos atención
integral, con calidad de tiempo. De esta calidad de atención dependerá que los
cambios propios de crecimiento, se transformen en ‘desarrollo’. La diferencia entre
el proceso de ‘cambio’, propio de nuestro crecimiento natural, y la ‘transformación’
en el desarrollo, es la dirección y el rumbo que se trazan al
ejercer voluntad.
El ‘cambio’
en la vida es inevitable, pero no está determinado. Con ‘voluntad’ podemos darle
rumbo, para tornarlo en ‘transformación’. La ciencia ha demostrado que, si bien
existe una predeterminación genética que condiciona el crecimiento de nuestros
hijos, existen factores epi-genéticos (paralelos) en los que podemos incidir.
Con atención y calidad de tiempo podemos cambiar la forma en que se manifiesta
esta predisposición. El reto está en no vivir la inercia del cambio
en forma mecánica, sino determinar su rumbo con la voluntad de decidir
transformarnos.
Tanto los
hijos como los padres estamos en continuo desarrollo, desde que nacemos hasta
morir. El amor es el catalizador de
nuestro desarrollo evolutivo. El poco tiempo que tenemos con los hijos requiere
calidad de atención y amor. Con decisión podremos potencializar nuestra buena
voluntad y dirigirla para transformar a nuestros seres amados.
Este es el
reto que vive la familia Salazar Gil, en el
reality HERMOSA ESPERANZA. Luis, nos comparte el reto que vive con una hija,
que tuvo inesperadamente, siendo adolescente. Tiene que trabajar para apoyar en
casa, apoyar a su hija y aunque no ha decidido casarse, darse tiempo de ver a su bebé. Tendrá que
aprender a dejar a un lado su placer personal, para darle calidad de atención a
su hija, optimizando el poco tiempo que pasa con ella para imprimir en su recuerdo,
memorias de amor incondicional.
Es difícil ser
padre, cuando uno mismo va saliendo de la adolescencia. Más aún cuando no se
sabe ser papá, por no haber tenido un modelo que imitar. Pero nuestro papel
como padres no es dar amor para recibirlo, sino dar amor para ayudar a los
hijos en su desarrollo personal. Habrá muchos momentos en que los padres
sentiremos desprecio por falta de reconocimiento o agradecimiento. El reto es
seguirlos amando. De ello dependerá que se siga desarrollando la HERMOSA ESPERANZA
de confirmar que sí es posible el amor incondicional. La vida en familia nos permite compartir un mismo tiempo, en el presente. Nuestro pasado es subjetivo. Nuestro futuro es subjetivo. Solo en el presente podemos compartir objetivamente, nuestra percepción subjetiva de la vida. Este intercambio de realidades, nos permite comparar: -cómo nos vemos a nosotros mismos-, contra -cómo nos ven los demás-, consolidando identidad y autoestima.
Se vale recurrir a recetas rápidas. Pero tienen que ser de calidad.
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