Somos los
padres los que enseñamos a los hijos a amar. Durante sus primeros años, imitan
nuestras reacciones. Durante su adolescencia, con la maduración del lóbulo
frontal, desarrollan la capacidad de crítica, y cuestionan nuestro comportamiento,
para llegar a decidir sobre sus propias reacciones como adultos.
Desgraciadamente, aprenden y repiten lo que hacemos y si respondemos
explosivamente, estaremos formando hijos violentos.
Como padres
tenemos que aprender a contener nuestra propia ira y violencia. El auto-control
es esa disciplina personal que nos permitirá frenar nuestra violencia física y
contener palabras hirientes. “Cuenta hasta diez”, nos dicen…Es un primer paso.
Pero no basta.
El
autoconocimiento nos permite identificar que al interior de todos, tenemos dos
fuerzas vitales opositoras: una nos jala hacia la vida (Eros) y la otra nos
jala hacia la muerte (Tanatos). Con
consciencia podemos desarrollar la capacidad de decidir y dejar de
reaccionar impulsivamente. Entendiendo que tengo estas dos fuerzas interiores
tengo que DECIDIR actuar en respuesta a la pulsión de VIDA. No se trata de
entender, justificar o auto-conmiserarse. No se trata de justicia Muchas
veces “no se vale” que nos vaya mal o que nos ocurran desgracias, pero hay que
continuar decidiendo por reaccionar CORRECTAMENTE. Nuestras decisiones son las que enseñarán a
nuestros hijos a diferenciar entre la buena voluntad y la mala voluntad.
El hacer de
nuestro hogar un refugio contra la crueldad y violencia que acosa a nuestra
sociedad, require establecer un ámbito de aceptación incondicional. El
respeto a las diferencias entre todos y cada uno de los miembros que integran
nuestra familia, es la base.Ejemplo
Entre las
cinco familias que han compartido la intimidad de su hogar a lo largo del ‘reality’
televisado, HERMOSA ESPERERANZA, podemos tomar de ejemplo a la familia
ensamblada con hijos míos, tuyos y nuestros, la familia López Ávila. Ellos, como
todos nosotros, han tenido momentos de
confrontación y violencia. Un día (después de muchos de ‘aguantarnos’ y
contener la ira), ‘explotamos’. Lo malo es que un solo momento de ira puede
dejar marcados a nuestros hijos para siempre. Estando aún en desarrollo,
nuestros hijos son fácilmente moldeables y una palabra ofensiva puede deformar
su capacidad de responder con buena voluntad. Pierden la esperanza de seguir
creyendo en el BIÉN. Ese es el riesgo del alcance que pueden tener nuestras
palabras.
Con consciencia, podemos observar cómo reaccionamos y podremos establecer la distancia
necesaria para recobrar nuestro sano juicio.
Como en la cocina, la primera
receta al tratar de cocinar alimentos saludables, es la seguridad. Cuidado con
el fuego y las quemaduras innecesarias. Cuidado con romper los trastes y dejar
vidrio al alcance de las heridas. El hogar tiene que ser el refugio donde
encontremos la seguridad y la HERMOSA ESPERANZA del amor.
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